Gustavo y Brenda se conocieron hace ya varios años y viven juntos en Monje. El año pasado se casaron. Después de muchas aventuras, decidieron encarar la más ambiciosa de sus vidas: viajar a Alaska en un motorhome con toda la familia, que se completa con cuatro perros, un gato y un loro.
Brenda tiene 30 años; Gustavo, 46. Los dos hacen tatuajes, actividad en la que se declaran “profesionales”. Gustavo supo tener durante años un local en Rosario hasta que ambos se refugiaron en una zona más lejana a la vida citadina.
También se dedican a la cartelería y el diseño, son amantes de la música y de los animales, una pasión inocultable, a decir por sus compañías. Pero sobre todas las cosas siempre se van moviendo a nuevos lugares en busca de aventuras.
Este domingo comenzaron su travesía increíble. Destino: Alaska, sin fechas programadas y con un itinerario apenas tentativo. Se despedieron en el Monumento a la Bandera de Rosario, a las 14. Pero son muchos los miles de kilómetros que les resta recorrer.
Hacía tiempo que venían pergeñando esta aventura, que ahora emprenden a bordo del “Guerrero”, un Mercedes Benz 1114, modelo 1976, que alguna vez recorrió las calles de Buenos Aires como colectivo urbano, después se convirtió en motorhome y ahora ellos buscan reacondicionarlo para este nuevo emprendimiento. Lo arreglaron, lo pintaron y lo plotearon. Antes de partir, lo dejarán a punto en San Martín de los Andes, donde un amigo tiene todo para completar lo que necesita, teniendo en cuenta la “pequeña” travesía que le tocará encarar.
Los acompañan sus perros Mole, un cane corso negro que acaba de cumplir 17 años; los cuzcos Chicho (cinco años), y Yapa (14), más Lita, de cuatro, una mezcla de labrador con no se sabe qué.
El gato Killer —”asesino”, “matador”, en inglés— no hace mucho honor a su nombre. Además de hacerle la vida fácil al loro de la familia, este felino de ocho años hasta se queda mirando a los pajaritos que aterrizan a comer. ¿Se bancará el viaje? Dicen que los perros se aquerencian con los dueños y los gatos con los espacios. “Lo trajimos de Neuquén, vivió en Rosario, viajó a todas partes y ahora está en Monje. No, no nos preocupa”, dice Gustavo convencido. Y abunda: “Acá la ley es que nadie se lleva mal con nadie”.
El grupo se completa con Aldo, el loro de cinco años, que deberá ir sorteando los controles aduaneros por tratarse de un animal considerado silvestre. Quién sabe, si además de estar domesticado es locuaz, capaz que convenza a algún oficial de frontera.
Una familia especial, la de los Dipré. Por su casa pasaron muchos otros animales, a los que curaron, recuperaron y dieron en adopción. Por eso, el viaje tiene también un objetivo: contactarse con personas y organizaciones que trabajen por los animales.
“El Guerrero, nuestro 1114, será nuestra nueva casa, nuestra máquina de cumplir sueños”, cuenta Brenda. Y asegura: “Decidimos como familia de humanos y animales que no nos abandonaríamos jamás”.
Y en esta aventura de la Argentina a Alaska, recorrerán “muchos lugares, vamos a contar todo sobre cada parada y mostrarles a todos los que nuestra familia animal representa. Ayudaremos a refugios y a organizaciones que se dedican a cuidar y proteger tanto a animales domésticos abandonados y maltratados, como silvestres”, abunda Brenda.
Estuvieron trabajando a pleno para acondicionar “El Guerrero”, la “nueva casa sobre ruedas”, para salir lo antes posible. Pero como les faltan algunas cosas, en San Martín de los Andes un amigo los ayudará a terminar la faena. “El tenía un motorhome y compró otro, así que tiene muchas cosas que nos pueden ser útiles. Por eso, vamos a estar un par de meses allá”, dice Gustavo.
El “Guerrero” tendrá acondicionado un espacio para que sus dueños ejerzan su profesión. A lo largo del camino, se irán ganando el pan haciendo tatuajes, algo de lo que saben, y bastante.
¿Y por qué “Guerrero”? “En honor a nuestros héroes de guerra”, define Gustavo, sin dar más explicaciones. Lo cierto es que el colectivo está camuflado como vehículo militar, en tonos de grises, aunque claros. “Es para que soporte el calor”, explica.
El destino final es Alaska. Pero en el medio, aunque tienen un itinerario más o menos armado, ni ellos saben por dónde irán definitivamente, ni cuánto tiempo les llevará. Parten con rumbo claro pero por ruta desconocida. Y es más, si les gusta un lugar, se quedan por tiempo indeterminado.
Gustavo lo dice en términos más que coloquiales: “No tenemos ni la más puta idea de cuánto vamos a tardar ni si nos vamos a quedar en el medio. Un amigo de Montañitas (Ecuador) nos dijo que ahí la íbamos a pasar bien, que con nuestro trabajo teníamos para vivir cómodos. Pero a Alaska queremos llegar sí o sí; después vemos, si me dan a elegir nos quedamos cerca del mar y con agua calentita”.
Es que Gustavo vivió ocho años en Estados Unidos, después incursionó por Centroamérica, volvió a Rosario y recayó en Monje. Pero parece que no para, y que Brenda sigue la misma sintonía.
La experiencia tiene nombre: Aventurarnos. Está en Facebook, en Youtube incluso en la página de Patreon, donde pueden ingresar los patrocinadores.
preparados. Gustavo y Brenda, con Mole, Chicho, Lita y Yapa. “Como familia de humanos y animales, prometimos no abandonarnos nunca”, dicen.
Fuente: Diario La Capital