Fueron dos largos años de lucha. Largos, infinitos, pero que corrieron con una vorágine impresionante para los familiares y amigos de Marlene Franco. Un día como hoy, el 14 de mayo de 2016, su vida se apagaba tras el ataque de un femicida, de un vecino de Oliveros, que la sorprendió cobardemente cuando volvía a casa.
Dos años atrás, todo un pueblo movilizado exigía explicaciones a las autoridades políticas y policiales, pedían acción y reacción. Hoy, sólo un puñado de aquella enardecida horda de vecinos, sale a la calle por Marlene.
Fue la última marcha, como corolario de una batalla librada en la Justicia, siempre con la sed de esclarecer el hecho y que el asesino pague bajo el marco de la ley, sin odios viscerales que muchas veces inundan a las víctimas. Un acto de amor que se vió reflejado en las calles y también en los pasillos de tribunales.
Pasadas las 17, un puñado de 30 vecinos caminó desde la cortada de calle Mitre, unos 50 metros hacia el oeste, siguiendo los pasos que dio aquella madrugada Marlene, cuando se bajó del colectivo rumbo a su casa. En el lugar del hecho, en ese sitio donde nada es igual desde entonces, pintaron una estrella y sus iniciales.
Alicia, su mamá, estuvo acompañada por su familia, por los abogados que la defendieron todo este tiempo, por vecinos, por la diputada provincial Alicia Gutiérrez, representantes de instituciones locales y organizaciones políticas. Eran pocos, muy pocos.
Cadena perpetua para el femicida. Un fallo ejemplar de la Justicia logrado el pasado 24 de junio, en juicio abreviado, es lo que le da oxígeno a esa familia, a ese pueblo. Se logró el objetivo, pero Alicia ahora es más que la mamá de Marlene; es una referente regional del Ni Una Menos, ese revolucionario movimiento que combina dolor con justicia y responsabilidad.
“Cuando vuelvo a mi casa mi hija ya no está”, dijo estoica la mujer, frente a ese micrófono que aprendió a domar a fuerza de marchas. “Cuando vuelvo a mi casa mi hija ya no está”, repitió y arrancó lágrimas, broncas, recuerdos.
Marlene vive ahora en el recuerdo de todos. En los afiches que quedaron como clavos que pinchan la memoria colectiva, como símbolo de lo que no queremos repetir como sociedad, como una luz que permitirá que otras vidas no se apaguen.
Alicia volvió a su casa, y efectivamente, su hija no estaba.
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