Por Luisa Giménez*
Entendemos como violencia de género cualquier acto violento o agresión que afecta a las mujeres por el mero hecho de serlo. A lo largo de los siglos hemos naturalizado este concepto de dominación de los hombres sobre las mujeres adaptándonos a un sistema patriarcal donde resultó casi obligatorio convivir con la idea de que la mujer siempre debe “aceptar y guardar su lugar” y que “el hombre es hombre” como si esto hubiese sido suficiente para justificar cualquier acto de desigualdad sexual o de género que inevitablemente de manera expuesta o camuflada concluye en un lugar de actitudes machistas y en el peor de los casos en daños hacia la libertad, la dignidad y hasta la integridad física de la mujer.
Debemos tomar conciencia de que la violencia en cualquiera de sus formas machistas, no se producen solamente dentro de un ámbito familiar o conyugal, lamentablemente a diario también en ambientes públicos, laborales, estatales, en la calle, etcétera, podemos ver en forma personal o través de los medios, mujeres padeciendo daño físico, sexual, psicológico, amenazas, insultos, coacción, privación de la libertad y lo más irreversible: femicidios.
En pueblos o ciudades pequeñas aún cuesta discutir socialmente este tipo de problemáticas y esto no es desmerecer el nivel de capacidad o inteligencia que se disponga o se predisponga para abordar estas violencias, sino que en estas sociedades está arraigado el concepto del “no te metás” ya que ancestralmente se viene considerando a la violencia de género como un asunto de familia, privado, dónde vos podías ver a tu vecino violentando a la mujer pero para todos eso era de “índole privado” y “que algo habrá hecho ella para ponerlo así”.
Entonces hasta esa misma mujer llegó a creer que esa situación de subordinación y desigualdad entre ambos era lo correcto y que tal vez no estaba tan mal que el hombre utilice la violencia para hacerla bajar de ese peldaño al que ella había “osado” subirse para luchar por su dignidad. Es por eso que la mujer siempre ha tenido miedo a hablar, a denunciar, por un lado por el miedo a la represalia y por el otro a no ser contenida por un sistema patriarcal que siempre le hizo creer que “calladita se ve más linda”
Hoy a nivel mundial la situación es otra. Y en nuestro país desde el año 2009 contamos con la Ley 26485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales. Y si bien no existe en este país un marco normativo que ampare a los géneros disidentes, lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGTB) , en toda lucha feminista ellxs también están incluídxs.
Es importante también que como padres o educadores estemos atentos a lo que pasa con nuestros hijos, niños o adolescentes y en sus entornos de amigos o conocidos donde es llamativo como a veces se naturalizan situaciones de violencia de género bajo la frase “son cosas de chicos” y mucho más preocupante es cuando ese justificativo viene de boca de mujeres porque entiendo que el machismo femenino es el más peligroso.
Un niño o adolescente que insulta o agrede a una compañera o noviecita, o como quiera llamársele, es un macho violento en proceso y hay que detenerlo; si es un hijo replantearse en qué estamos fallando como padres y si es un amigo ayudarlo para que encamine esa conducta, JUSTIFICARLO no es amor, es complicidad. Es nuestra tarea no educar machitos violentos ni princesas indefensas, ni mirar de costado lo que le pasa al otro porque capaz en un futuro los protagonistas de esa historia seamos nosotros o nuestros hijos.
Violento de género no se nace, se hace, porque si esta violencia fuera innata, el sujeto se manejaría de esa forma en todos los ámbitos y es casi una regla universal que muy por el contrario, socialmente son seres encantadores, pero en el ámbito de su privacidad son despreciables.
En lo personal desde hace unos años vengo acompañando esta lucha de manera incondicional, participando de marchas, acciones, talleres, difundiendo o simplemente prestando el oído para personas desconocidas y no tanto que han confiado en mí para contarme su drama y al menos poder darles una orientación de los pasos a seguir ante una realidad tan triste que la envuelve. Y mi consejo siempre es ¡denuncíá! ¡Salí de ahí y denunciá!
Pero, ¿saben qué?, no todas pueden hacerlo, por miles de motivos, porque se quedan sin el techo y la comida de sus hijos (porque el macho se aprovecha de eso) por terror, porque no les creen, porque son juzgadas, porque no tienen una familia que las reciba y porque hay un estado ausente con organismos destinados a darles protección y en la mayoría de los casos no lo hacen. Porque cuando van a hacer una denuncia no se las toman o las “cajonean”. Porque le dan el botón antipánico y no tiene pilas, porque le ponen una perimetral y nadie lo controla, porque detienen al sujeto unos días y vuelve a salir con la furia de un león. Y así ellas, vuelven a su casa y vos cómodamente muy suelto de cuerpo decís “vuelve porque le gusta que le pegue”. Y ellas vuelven y con mucha suerte capaz que no la mate.
Hemos naturalizado hasta las groserías más grandes que se escuchen en la calle hacia una mujer, piropos le dicen, pero nadie se los pidió, y tampoco lo entienden, y si tenés suerte ese piropeador no se obsesiona con vos, y si tenes más suerte no te secuestra, ni te viola, ni te mata.
Y así seguimos caminando esta sociedad con la que sueño sea algún día más humana y sin violencias, serán las generaciones futuras seguramente las que logren este cambio, las generaciones que no se espanten por una pared pintada pero sí por una muerta cada tantas horas.
Si tenés dudas sobre si estás siendo víctima de violencia de género te ofrezco algunos de los ítems para identificarla:
-Te chantajea sentimentalmente.
-Te ha mentido y/o engañado.
-Quiere controlar la forma en la que vistes, contraseñas, teléfono, redes sociales.
-Te prohíbe tener ciertas amistades.
-Quiere elegir a tus amigos.
-Trata de controlar tu tiempo y saber que haces siempre.
-Te cela sin razones.
-Ha destruido algunas de tus pertenencias.
-Violencia disfrazada de juegos o caricias.
-Agresiones directas como golpes, empujones o cachetadas.
-Amenazas de agresiones hacia tu persona, tu sexualidad o incluso tu vida.
-Relaciones sexuales obligadas (violación).
Si estás viviendo algo de esto es momento de poner un límite. Animate a hablar, animate a denunciar, buscá ayuda, y sincerate con vos, si sentís que estás sufriendo violencia de género poné un punto ahí, porque cuando crezca ya no vas a poder salir. No te calles, gritá! CALLADITA NO TE VES MAS LINDA…
*Locutora Nacional – LT23 Radio Regional San Genaro
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