La noche del miércoles 11 de junio traerá consigo un espectáculo en el cielo: la Luna de Fresa, aunque no se trata de una luna teñida de rosa o rojo. Su nombre proviene de una antigua tradición de los pueblos algonquinos del norte de América, que utilizaban esta luna como referencia para comenzar la recolección de frutillas silvestres.
La luna llena de fresa de 2025 será un evento astronómico destacado, no solo por su simbolismo cultural, sino también por sus características únicas. El fenómeno alcanzará su punto máximo de iluminación el miércoles 11 de junio.
El nombre “luna de fresa” tiene raíces en las tradiciones agrícolas de comunidades indígenas y coloniales del norte de América, que asociaban esta fase lunar con el inicio de la cosecha de fresas silvestres, un fruto que madura en junio. Aunque el nombre podría sugerir un color rosado, la luna no adquiere esta tonalidad.
Sin embargo, su proximidad al horizonte puede darle un tono amarillo o anaranjado, debido a la mayor cantidad de humedad en la atmósfera durante esta época del año.
La inclinación de la órbita lunar, de 5,15° respecto a la eclíptica, es un factor clave que influye en la trayectoria baja de esta luna llena en el cielo del hemisferio norte. Este fenómeno genera un efecto visual que puede hacer que la luna parezca más grande y cálida, especialmente durante su salida.
Además de la luna llena, los observadores del cielo podrán identificar a Antares, una estrella gigante roja de la constelación de Escorpio, que estará visible justo encima de la luna hacia el sureste. Antares, ubicada a 550 años luz de distancia, destaca por su intenso color rojizo y será visible una hora después del atardecer, siempre que las condiciones meteorológicas sean favorables y el cielo esté despejado.
En el ámbito científico, la luna llena de fresa ofrece una oportunidad para comprender mejor la interacción entre la posición orbital de la Tierra, la Luna y el Sol. Durante esta fase, la Luna se encuentra en oposición al Sol, lo que significa que está en su punto más distante respecto a la trayectoria solar. En 2025, esta distancia será de aproximadamente 152.200 kilómetros, lo que contribuye a su baja visibilidad en ciertas latitudes.
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