Por Leonel Cavallera *
En 1985 nacía en la Argentina la Liga Nacional de Basquetball, y en aquella epopeya, que cambió para siempre la historia de ese deporte en nuestro país, había uno de los clubes nuestros: el Sport Club Cañadense de Cañada de Gómez.
Para nosotros significaba un acontecimiento histórico como comunicadores sociales. Sería la primera vez que participaríamos de transmisiones deportivas en todo el país, recorriendo miles de kilómetros de una punta a la otra de Argentina siguiendo lo que para la región significaba esa participación de Sport en la Liga.
Era una bella rutina tener que viajar cada quince días a Cañada para ver la llegada de River Plate, Boca Juniors, San Lorenzo de Almagro, Ferrocarril Oeste, Atenas de Córdoba. SentÍamos que jugábamos en primera detrás de un micrófono.
Al poco tiempo nuestro orgullo se acrecentó con la llegada a la elite del básquet nacional de otro de los nuestros, Santa Paula de Gálvez , entonces ahí si, creíamos que habíamos tocado en cielo con las manos. Dos clubes de barrio, de pequeñas ciudades sentados en la mesa grande.
Es más, Sport llegó a ser finalista de la liga en 1990 cayendo en la final con Atenas. Estuvo a un paso de la gloria total. Sentíamos firmemente que podían competir allí, pero la realidad nos atropelló.
Aquellas epopeyas deportivas cedieron estrepitosamente ante el tsunami económico que le causÓ a las arcas de los clubes ese despliegue para poder competir allí. Las dos instituciones pasaron momentos muy duros de los que les costÓ reponerse. Tardaron años en ponerse nuevamente de pie y nunca mas pudieron competir a ese nivel.
Personalmente la experiencia me dejo varias enseñanzas. Primero haber podido desarrollar la profesión en un ámbito que, de no ser por estos clubes, nunca podríamos haber realizado y la segunda y mas importante de todas: a mi me enseñó que nuestros clubes son para competir regionalmente.
Yo se que para Sport y Santa Paula fueron momentos únicos, históricos, irrepetibles pero la realidad implacable los puso en su lugar. Nuestras instituciones deportivas, sin importar el numero de habitantes de nuestros
pueblos nacieron para proyectar a nuestros deportistas, nuestros chicos, los del pueblo, los del barrio.
Nuestras infraestructuras están limitadas a cubrir esa función social irreemplazable. Soy y he sido un ferviente defensor de los clubes de pueblo, de sus instalaciones, sus dirigentes y fundamentalmente de sus deportistas, que son nuestros hijos, nuestros amigos. Defiendo a aquellos que sin miramientos le permiten ponerse la camiseta de su club a quienes la sienten , a quienes la llevan en la sangre.
Alejandro Dolina cuenta que jugar al fútbol es lindo, pero jugar al futbol con amigos es algo incomparable, y eso deben propiciar nuestros clubes, que jueguen nuestros chicos. Yo se que vivimos momentos muy exitistas donde el ganar es todo y muchas veces miramos de reojo a los nuestros para inundar de “foráneos” a nuestros clubes, pero por favor, no
subestimen a los nuestros, muchas veces un grupo de amigos son capaces de hacer cosas increíbles.
Hace muchos años yendo trasmitir fútbol a la liga San Martin, llegamos a la ciudad de El Trebol. En el bar del club Trebolense había una foto en blanco y negro de un equipo de primera división del club. Era la única foto que había. La curiosidad me llevó a preguntar porqué no había otras fotos. Me contestaron que no, porque esa era la foto del año 1975, cuando habían salido campeones con todos los chicos del pueblo, y para ellos era el campeonato mas importante que habían ganado en la historia.
Eso sueño para nuestros clubes, que también sientan el orgullo de ganar con los nuestros, de esa manera reivindicaremos el esfuerzo de tanta gente a lo largo de tantos años.
*Periodista, relator, conductor de “Para Todos” en LT23 San Genaro
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